El bloqueo de Samuel Schreiber

Relato con tres autores

Antuán

2/13/2024

En una ciudad de mediano tamaño, sin nada especial que destacar, vivía un escritor desconocido, Samuel Schreiber. Cuando no dormía, su mente estaba inundaba de torrentes de palabras y ocurrencias, que él mismo tejía en tramas con personajes e historias ansiosos por verse plasmados cuanto antes en la pantalla de su ordenador. Este autor tenía la capacidad de producir relatos, cuentos y novelas de todos los tamaños y géneros de una calidad tan asombrosa como la velocidad a la que los terminaba. Jamás anheló la fama; su oficio solo era una válvula para liberar la presión que su cerebro acumulaba día a día.

El drama se presentó un día, sin avisar. Sus dedos se quedaron paralizados. Faltaba la corriente que los movilizaba, como si se hubiera secado el río que impulsaba el molino de su escritura. Estaba ante el temible bloqueo creativo, la peor maldición que puede atenazar a cualquier escritor.

Schreiber siempre había estado convencido de que esa situación nunca le afectaría, y de que, ya puestos, ralentizar o parar por un tiempo el flujo de ideas, conflictos, héroes y villanos, amores y desamores, aventuras y otros relatos no sería tan malo. A pesar de eso, en su fuero interno anidaba una sensación de vértigo que le resultaba muy inquietante.

Esta repentina parálisis lo condenó a pasar horas y días de angustia frente a su procesador de textos, hipnotizado por el parpadeo del cursor de la pantalla en blanco. Las ideas parecían esquivas y las palabras a las que antes debía contener, ahora se negaban a fluir. Cada intento de escribir se topaba con un muro inexpugnable e invisible.

Cuando empezaba a perder toda esperanza, tras una semana completa en esa situación que se retroalimentaba, y a punto de tirar la toalla en la lucha contra su bloqueo, tuvo una idea: se le ocurrió escribir sobre otro escritor que también estuviera bloqueado. Sería un personaje ficticio que compartiría su problema y quizás fuera capaz de atenuar su desazón.

Así surgió Max Leser, un reflejo literario de sí mismo, un escritor atormentado por la falta de inspiración.

Samuel reinició con lentitud su maquinaria de escritor y describió a Max con todo detalle: ojos cansados, manos tensas, agotadas de hacer malabares con un bolígrafo ya mareado entre los dedos, una ansiedad que lo atosigaba cada vez que miraba fijamente a la aterradora página de papel en blanco. Conforme profundizaba en la descripción, notaba que su propio genio se reavivaba, línea a línea, como si hubiera transferido su bloqueo a su personaje.

A medida que la historia de Max Leser cobraba vida, las palabras se amontonaban y ya empezaban a pedirle paso, como en los tiempos anteriores a la crisis. La historia de Samuel se entrelazó con la de su criatura de una manera singularmente simbiótica.

Algunas páginas después, la trama que había salvado a Samuel de su sequía creativa dio un giro inesperado. Ocurrió cuando empezó a contar cómo el desesperado Max también rompía su bloqueo con una idea similar a la de Samuel, con la diferencia de que el protagonista de Leser, que también era escritor, estaba pletórico de ideas frescas y emocionantes. El tercer escritor, segundo sobre el papel, Emile Reichlich, cabalgaba a lomos de la pasión que Max Leser le había imbuido en el momento de mayor desesperación.

A medida que Samuel escribía sobre Emile, a través de Max, se dio cuenta de que estaba recreando un reflejo de su propia reactivación creativa. La línea entre la ficción y la realidad comenzó a difuminarse mientras el autor de carne y hueso experimentaba el poder de la narrativa para influir en su propia actitud. La inspiración de Reichlich parecía irradiarse a la inversa desde las últimas líneas del cuento para revigorizar por igual a Max y a Samuel.

Y así, en un bucle literario sorprendente, Samuel regresó a su historia inicial. Max, liberado de su bloqueo gracias al cuento sobre Emile, volvió a las páginas de Samuel con un nuevo sentido de su existencia, y Samuel pudo dar con la conclusión que había deseado para la historia de Max.

Con un suspiro de alivio, Samuel cerró su portátil. Ahora sabía de primera mano cómo superar un miedo que solo conocía de oídas. Venció a su propio bloqueo y su pasión seguía intacta, reforzada y lista para dar vida a nuevas historias.