Fruncir el ceño
Una pesadilla de traductores de ficción
ESCRIBIENTES
Antuán


Traducir «to frown» como «fruncir el ceño» es, para el traductor, lo que un charco de agua para un peatón desprevenido: inevitable, pero profundamente molesto. «¿Por qué siempre fruncen el ceño los personajes?».
Una colega mía —versión adaptada de «conozco un amigo al que...»—, harta de que los personajes vivieran con las cejas en crisis, buscó alternativas.
«Frunció el ceño, frunció el ceño... ¡Parece una coreografía de cejas!» mascullaba mientras daba un sorbo a su café ya frío. Buscó alternativas en el diccionario de sinónimos, pero nada sonaba bien: «arrugar el entrecejo» parecía un gesto de caricatura; «fruncir el entrecejo» era aún más rebuscado, y «hacer una mueca» podía referirse a cualquier cosa, desde un leve tic facial hasta un grito interno de angustia.
El problema es que en inglés lo de «frown» o «frowned» es como un comodín expresivo, que abarca desde irritación hasta duda existencial, pero en español fruncir el ceño tiene la seriedad de un cura regañón.
Resignada, volvió a escribir «frunció el ceño».
Al día siguiente, el editor reclamó: «Demasiados ceños fruncidos». Ella, con su propio ceño fruncido, masculló: «¿Y qué quieres? ¿fruncir pero con estilo gourmet?»
Y así, entre ceños fruncidos y búsquedas de palabras imposibles, mi colega supo que estaba condenada. Porque si hay algo que los personajes angloparlantes hacen más que hablar... es fruncir ceños. Y ahí estará el traductor, con su ceño fruncido, tratando de resolver el eterno misterio de cómo traducir un gesto universal sin caer en el tedio.
Nota: he considerado de interés reproducir este texto que publiqué en LinkedIn el día 12 de enero, con un inesperado éxito de audiencia. Agradezco desde aquí a quienes lo leyeron en su día.