El viaje del impostor
¿Somos todos impostores? ¿Es eso tal vez lo que nos hace ser escritores únicos y geniales?
Antuán
8/1/2024
Estimado Guillermo,
Desde mi humilde escritorio en la soleada España, os confieso, con el corazón en la mano y el alma en vilo, que al igual que vos —creedme, lo sé de buena tinta—, soy un impostor literario. Sí, uno más de los que se enfrentan a los gigantescos molinos de sus inseguridades mientras intenta, con denodado esfuerzo, culminar la crónica del más loco y desventurado caballero andante que jamás holló estos caminos. Mientras avanzo, no puedo evitar compararme con otros escritores en una justa inacabable de autocrítica. Desde nuestras respectivas tierras, ambos lidiamos con nuestras crisis existenciales revisándolo todo cada dos o tres cuartillas, tejiendo y destejiendo este ingrato tapiz, en un martirio creativo que nos lleva a celebrar cada pequeño logro como si fuera una gran conquista ante el infiel. Mas, querido colega, dejadme que me atreva a sugerir que acaso ser impostores es lo que nos hará únicos y geniales en el vasto teatro de la ficción. El mundo necesitará nuestras historias, aunque ni siquiera seamos conscientes de ello aún.
Con toda mi estima y en total complicidad, me despido de vos
Miguel
(Carta de Cervantes a Shakespeare, de contenido tan improbable como falso.)
¿Somos todos impostores? ¿Es eso tal vez lo que nos hace ser escritores únicos y geniales? Seamos sinceros, ¿qué sería de nosotros sin esa agobiante vocecita que nos susurra: «Déjalo, eres un fraude»? Sí, la misma que resuena justo cuando creemos haber escrito algo medio decente. En mi modesta opinión, y en contra del criterio general, el síndrome del impostor no es un enemigo al que tengamos que vencer, como a la manoseada procrastinación o al terrorífico bloqueo creativo, sino un aliado con el que debemos llevarnos bien. No me cabe la menor duda de que nos impulsa a ser mejores, a innovar y a seguir aprendiendo.
Sin tener autoridad en la materia —la impostura es atrevida—, me permito aventurar que sentirse impostores forma parte del proceso creativo y que deberíamos utilizar esa circunstancia en nuestro favor.
Imaginemos un mundo sin ese síndrome, ¡qué pesadilla!, una legión de escritores seguros de sí mismos —como si no fueran ya bastantes—, satisfechos con su primer borrador, y publicando tal cual, sin más. Se terminarían las noches de insomnio, los ataques de pánico y esa deliciosa inquietud que conlleva cada revisión, por no citar a los cientos de miles de personas que dejarían de vivir poniendo a caldo o elogiando las obras de los demás, muchas de ellas sin saber siquiera el esfuerzo que ha llevado terminarlas.
La creatividad se alimenta de la inseguridad, y el síndrome del impostor es su mejor chef. Es como ese amigo tan sincero que siempre te dice la verdad, aunque no la quieras escuchar. ¿Es tu novela un desastre incoherente? Te lo dirá, pero también te empujará a reescribirla hasta que tenga sentido. Sin él —el amigo honesto o el síndrome del impostor, tanto monta…—, estaríamos rodeados de mediocridad. ¿Y quién quiere eso? La excelencia literaria se logra solo a través de la constante duda y la revisión incansable.
Dicen que la mentira tiene las patas cortas, pero yo creo que ser un impostor las alarga, pues te mantiene en constante agitación, en busca del próximo proyecto, de la siguiente mejora. No hay tiempo para el estancamiento cuando estás ocupado dudando de tus habilidades. Eso, mi querido impostor, es el verdadero secreto del éxito. La complacencia es la tumba de la creatividad, y mientras nos sintamos impostores será difícil caer en ella.
Los miembros de esta comunidad nos entendemos muy bien en nuestro sufrimiento compartido, risas nerviosas y triunfos inesperados. Somos como una hermandad secreta donde sabemos que nadie tiene una idea precisa de lo que hace, pero seguimos adelante de todas formas. ¿No es eso hermoso? La impostura que nos caracteriza también nos acerca en nuestra lucha contra la mediocridad y nos impulsa a mejorar.
El síndrome del impostor solo quiere lo mejor para ti. Te desafía, te empuja y, sobre todo, te hace un mejor escritor. Tus historias son necesarias, aunque no te lo creas aún.
Quién sabe, tal vez un día, cuando mires hacia atrás desde tu carrera brillante y plagada de éxitos, te reirás de todas las veces que te sentiste un fraude, porque fue precisamente esa sensación la que te hizo grande. Sigue escribiendo, sigue dudando y sigue adelante, pues cada palabra que descartas o cada frase que reescribes agotado te acercarán un poco más a tu obra maestra, me creas o no 😏.