La seducción de los genes

Relato breve

Antuán

1/17/20242 min leer

a close up of a structure with a blue background
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—No ha aparecido por el laboratorio desde antes de ayer —informó con preocupación el director de investigación ante los dos máximos dirigentes de Biotec, la principal empresa biotecnológica del país—, lo único que hemos encontrado es una nota adhesiva con las palabras «No puedo seguir».

—¿Alguien sabe qué significa? ¿colegas, amigos, familia? ¿pareja? —inquirió el jefe de finanzas, con una preocupación que no traslucía ningún interés humano—, Laura Genkilsen es esencial en el proyecto, no puede desvanecerse por las buenas, como se vaya de la lengua, o venda lo que sabe a cualquier competidor, estaremos perdidos.

El director general tomó la palabra y explicó:

—En cuanto lo he sabido, he contratado al detective Søren Larsen para buscarla. Hemos de contener al máximo este suceso. No puede filtrarse ni a los medios ni a las autoridades; de lo contrario, las acciones de la compañía se hundirían en minutos y nuestro futuro quedaría comprometido. Larsen ejerció muchos años en la policía científica de Copenhage, hasta que lo expedientaron por, digamos, investigar con demasiada profundidad a quien no debía en el último caso que solucionó. Espero resultados muy pronto.

Mientras tenía lugar la reunión, el expolicía ya llevaba un día haciendo los deberes. Tenía acceso casi ilimitado la intranet de Biotec y carta blanca para entrevistar a los colegas de la desaparecida. No había perdido el tiempo, y su curtida intuición junto a sus conocimientos lo habían conducido hasta un hallazgo tan aterrador como explicativo de la ausencia. Si unía los puntos de los testimonios de los investigadores, surgía un dibujo nítido: el equipo había conseguido manipular embriones hasta crear unos seres híbridos viables, semihumanos o semianimales, aún muy básicos, pero muy prometedores.

«¡El proyecto Minotauro no era una invención!», pensó, y recordó haber leído sobre el tema cuando estaba en la científica, pero esto era peor. También recordó que no recibiría su lujosa tarifa por descubrir algo que ya sabrían sus clientes, por lo que se centró en buscar a la investigadora, viva, muerta o modificada.

El tono del móvil lo sorprendió cavilando. Tocó el icono verde y escuchó:

—¿Larsen? Soy Laura Genkilsen, lo espero dentro de una hora, delante de la comisaría de Nørrebro, no tengo que decirle la ubicación —y colgó.

El lugar de trabajo de sus últimos veinte años no era el sitio al que le apeteciera volver al exagente, pero podía significar que más pronto que tarde cerraría el caso y pasaría por caja.

Conforme a lo acordado, allí estaba ella, esperando.

—¿Y bien? —dijo Søren, forzando una pose interesante— ya sabe que la están esperando en su oficina.

—No volveré, he enviado los archivos de la investigación a Sanidad, a la Policía y a la generosa competencia —explicó con malicia—. Esta misma tarde volaré hasta un país cálido sin extradición. Cuando aterrice, quienes tenían que pagarle quizás ya no puedan hacerlo.

—Vaya —se limitó a decir Søren—, lamento oír eso.

—Bueno, como su fama lo precede, para compensar las molestias, le ofrezco acompañarme para protegerme cuando estemos allí. Seguro que le pagaré mejor que ellos ¿lleva el pasaporte encima? —sonrió provocadora.