Estaba justo enfrente...

Relatos presentados, no clasificados

COLABORACIÓN

Eva Cagigas, Laura Guillamón y Antuán de Torre

Científicos que van en metro a trabajar

Por Eva G. Cagigas

Estaba justo enfrente del mismísimo Gregorio Marañón. Yo pensaba en mi tesis sobre la insulina cuando se acercó a mí y me habló en tono de urgencia:

—Óigame, señorita, no he dejado de investigar la diabetes en todos estos años. En el cielo los laboratorios son distintos, pero ofrecen una perspectiva más elevada... ¡Y por fin tengo la cura! ¡Escuche! —Oí una musiquita y, de pronto, su voz sonó distorsionada— Próxima parada: Gregorio Marañón. Correspondencia con...

Abrí los ojos de golpe. Había vuelto a quedarme dormida en el metro de camino al trabajo. Tenía que empezar a acostarme más temprano.

Entre los más de 6000 relatos que se presentaron al concurso "Metrorrelatos" de 2024, estaban estos que no llegaron a clasificarse. Ahora puedes disfrutarlos desde aquí.

Bastet

Por Laura Guillamón

Estaba justo enfrente, sentada en el asiento del vagón, con lágrimas cayendo por sus mejillas, los ojos brillantes e inmensos, en los que aún aguardaban más lágrimas pugnando por salir. Parecía tan indefensa que daban ganas de correr hacia ella y abrazarla sin fin.

Pero nadie lo hacía, porque cada uno estaba inmerso en sus soledades, como suele pasar en todas las grandes y oscuras ciudades de ahora.

A veces sollozaba. Miraba al vacío como esperando encontrar lo que había perdido y entonces negaba con la cabeza y bajaba la mirada, afligida.

A sus pies había un transportín vacío.

¿Vas o vienes?

Por Antuán de Torre

Estaba justo enfrente. Como todas las mañanas, ella iba al trabajo y yo volvía. Lo notaba en la frescura de su presencia, sin cansancio, mirada optimista, había dormido bien y olía a jornada recién estrenada.

Coincidíamos en cuatro estaciones, suficientes para conocernos sin hablar. Sin duda, ella también lo hacía; con delicadeza, como yo, sin incomodar ni tropezar en el acoso.

Una mirada bastó, hoy sería distinto.

Al llegar a nuestra estación, nos apeamos juntos del vagón para encaminarnos hacia la misma salida.

Ese día, el final y el principio del trayecto se fundían en una nueva línea.