Noticiario celeste
Relato poco informativo
ANTUÁN
Antuán
En Vilanuevas, las noticias no necesitan periódicos ni pantallas; son enjambres de drones los que las escriben en el cielo, con letras brillantes. Los habitantes levantan la vista, leen lo necesario y siguen con su día: «DESEMPLEO INEXISTENTE — PAZ GARANTIZADA — CLIMA CONTROLADO». Todo parece en orden.
Pero Abel, un anciano que vive retirado en las montañas, no cree en las luces del cielo. Hace años que murmura entre los árboles que rodean su cabaña:
—Los ríos se están secando. Algo se acerca.
En el pueblo, nadie lo escucha, lo llaman el loco. Él sigue observando, midiendo el silencio de los campos y el tono amenazante de un horizonte cada vez más opaco.
Una noche, justo antes de que los drones comiencen su habitual danza, el aire en Vilanuevas cambia. No hay tormenta, pero la atmósfera se siente densa, cargada. El cielo, que siempre ha sido un lienzo inmaculado para los titulares, se oscurece de forma inusual. Los drones se detienen en formación rígida, parpadean sincronizados y proyectan un único mensaje: «ERROR DEL SISTEMA». Después, la pantalla celeste desaparece.
A la mañana siguiente, un grupo de jóvenes del pueblo, inquietos por el extraño silencio informativo, deciden subir a las montañas en busca de respuestas. Encuentran a Abel sentado delante de su casa. Tiene la mirada perdida. Entre sus manos sostiene un mando a distancia desgastado, con dos botones apenas legibles, uno rojo y uno verde.
Cuando los jóvenes lo ven, uno de ellos se atreve a preguntar:
—¿Qué es eso?
Abel alza el mando con calma, como si la respuesta fuese obvia.
—Es lo que queda del viejo sistema —dice—. Con esto… los drones obedecían.
—¿Por qué no lo usaste antes? —insiste otro, inquieto.
El anciano los mira con dureza.
—Porque no es lo mismo saber la verdad que enfrentarse a ella.
Sin más palabras, Abel pulsa el botón verde. De pronto, un sonido emerge como un susurro mecánico; no viene del mando, sino del cielo. Un enjambre de drones se alza de entre las copas de los árboles y comienza a proyectar palabras: «….CAMPOS MARCHITOS — RÍOS SECOS — CIELOS CONTAMINADOS — SEGUIMOS INFORMANDO…». La verdad que había estado mucho tiempo enterrada ahora brilla en el aire, nítida e implacable.
Abel finalmente insiste:
—Las nubes ya no existen. Desaparecieron hace años. Los campos murieron con ellas.
Los jóvenes miran las proyecciones enmudecidos. De repente, unos segundos después, los drones se reinician, y sus luces terminan formando un nuevo mensaje, tan familiar como escalofriante: «TODO ESTÁ BIEN — SIGAN SIN PREGUNTAR»
Cuando los habitantes de Vilanuevas buscaron a los jóvenes días después, nadie pudo encontrarlos. En el aire, las paredes de la cabaña se hacían eco de una voz envejecida que se resistía a desvanecerse entre las montañas… las nubes ya no existen… los campos murieron con ellas.
(Relato participante en la XI Edición del Concurso de Microrrelatos “Escribir por Derechos” de Amnistía Internacional, EL DERECHO A RECIBIR UNA INFORMACION VERAZ)