Prisionero de mi eco

Relato agobiante

Antuán

1/20/20242 min leer

man in black crew neck t-shirt
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Voy a contar esto antes de que la demencia consuma la escasa cordura que aún me queda. En pocas palabras: escuchar mi respiración me produce un ahogo insufrible. Creo que descansaré en paz cuando pare de percibirla, aunque para eso, los pulmones deberán interrumpir su virtuosa rutina purificadora, y dejar de renovar varias veces por minuto la carga de oxígeno que portan mis glóbulos rojos, contaminados por el mero hecho de vivir.

No puedo precisar cuándo comencé a sufrir esto, pero sí recuerdo llevar ya demasiadas semanas inmerso en una espiral angustiosa. Escucharme cómo respiro me atosiga. Las inspiraciones y espiraciones resuenan atronadoras en el interior de mis oídos, un eco que reverbera entre las paredes de mi cráneo. Primero, pensé que era una manifestación de mi ansiedad, pero eso cambió después.

Las noches son espantosas. A oscuras en mi habitación, mientras intento reposar en mi lecho solitario, los ruidos de mis vías respiratorias son un compás siniestro, del que solo escapo cuando mi cuerpo se abandona agotado a la inconsciencia y me concede una breve tregua en esta congoja. Ese estruendo podría ser la banda sonora de una escena decisiva de mi turbadora película, la sintonía macabra de un acto final donde alguien compasivo sofocaría mi agonía con una almohada.

Desesperado, he buscado consuelo en varios médicos, pero ninguno ha podido atenuar mi tormento. Alegan que todo está en mi cabeza, pero me resisto a admitir esa explicación tan elemental. El susurro escandaloso está ahí, real y ominoso, y se apodera de mí, sin prisa pero sin pausa, y desmorona mi juicio bajo la presión constante de una presencia tan rítmica como aciaga.

Cuando busco concentrarme en la realidad, el clamor cíclico se interpone para desviar mi atención de cualquier tarea. No me atrevo a buscar trabajo, pues el pánico me impide exponerme a situaciones donde mi jadeo pueda ser descubierto. Me recluyo del mundo exterior, me confino en mí mismo. El silencio se hace cómplice de la horrenda cadencia acústica. No importa cómo lo intente, el retumbo nunca se detiene, siempre está ahí, como un aviso de que no puedo evadirme de mí mismo.

He decidido unirme a este enemigo y convivir con él, como forzoso acompañante en esta travesía enrarecida. Deseo entenderlo mientras el aliento aterrador me envuelve. Sé que cuando desaparezca será demasiado tarde para desentrañar los misterios que sembró en mi alma torturada. Albergo la mortal esperanza de que algún día lo escucharé por última vez; entretanto, mi sensatez se diluye sin remedio. La frontera entre la existencia y la pesadilla se desdibuja, y me convierto en un prisionero de mi propia mente atormentada.

¿Qué es esta tortura? ¿un recordatorio obstinado de mi supervivencia? ¿qué demonios se camuflan entre las sombras de mi psique?

¿Qué me queda? Sí, lo sé, suspirar o expirar.

Las Rozas, 12 de noviembre de 2023