Los twirliwoos
Cuento fantástico
COLABORACIÓN
Alicia Misis
Yo no tengo una personalidad. Yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades. En la mañana me retuerzo mimosa. Entre suaves edredones busco el contacto materno. Luego me levanto y soy exigente y perezosa. Quiero mi desayuno al instante, sin desprenderme del pijama calentito. Me gustaría ver la tele con la manta en el sillón. Pero la falda de cuadros, los leotardos verdes y el jersey de pico del colegio me esperan sobre la silla. Mi padre me ofrece un buen vaso de cola-cao. Lo sorbo rápido y me tapo con la manta para no levantarme. ¡Mi hermano pequeño me quita la manta de un tirón y me dice: «¡he visto un twirliwoo!» Así llamamos a los pequeños duendes que nos esconden las cosas. Parece un mito, pero no. Nosotros los vemos todos los días. Aunque yo desde que cumplí diez años ya no veo al más grande y rojo. Solo a los dos pequeños, cuando me esconden los mocasines del colegio y llegamos tarde. A veces empiezo a verlos más claros, como desvaneciéndose. Y me pongo muy triste.
Hoy me estoy volviendo loca buscando el cepillo. No puedo ir con estos pelos al colegio. Voy corriendo al baño y miro bajo el lavabo. Ahí está, junto a una nota de papel. ¡Anda, los twirliwoos también saben escribir! La leo curiosa: «cuando no encuentres algo recuerda sonreír porque estaremos cerca, aunque tú ya no nos veas, respira hondo y te será más fácil encontrar lo que buscas».